En
estos días de grave crisis económica estamos asistiendo a un nuevo
problema de salud democrática que puede empeorar la situación del país.
Grupos de personas de la plataformas antidesahucios van a buscar a los
políticos a sus casa para amedrentarlos y conseguir así que cambien de
opinión.
Todo
ciudadano está en su derecho de poder exigirle a un político que cumpla
lo que dijo que haría durante el periodo electoral pero no tiene
derecho a acosarlo.
Me
repugna ver en televisión como se desahucia a alguien, sobre todo por
la violencia que supone para los menores que viven en las casas ver como
los tiene que sacar de ellas. Pero no podemos luchar contra la
violencia con más violencia. Y un escrache a un político es violencia,
que nadie lo dude. Porque la violencia no solo se ejerce con la fuerza
bruta sino también con la fuerza de las palabras y por tanto con la
intimidación psicológica. Tan grave puede llegar a ser darle un bofetón a
alguien como humillarlo públicamente con insultos.
Hay que luchar contra los desahucios por otras vías pero no por esta. No quiero ver a mi país convertido en una Alemania prenazi donde se etiquete, marque y amenace al que piensa diferente o se considere culpable de algo. No al escrache-acoso.