Europa
se rompe ante la impotencia de unos, la resignación de otros y la
peor de las indiferencias de la mayoría. El sueño de una Europa
unida ha pasado a pesadilla por una crisis de avaricia y por el
egoísmo de los que piensan que los próximos pueden ser ellos. Es
como si cuando se produce un escape radiactivo se pudiera pensar que
cerrando las fronteras se evitaría la contaminación, en vez de
invertir en encontrar una solución y corregir el problema desde su
origen.
Tenemos
muchos políticos ciegos, que no invidentes, y muchos ciudadanos
silentes, que no mudos. Pero poco a poco la indignación crece,
aunque no se llenen plazas, y los demagogos y extremistas aprovechan
la coyuntura.
Habría
que recordar estos días a nuestra querida Alemania que aquello que
pasó con su Führer hace unos años puede acabar ocurriendo en
Grecia y otros muchos países de la zona euro. El nazismo alcanzó el poder
gracias a la extrema pobreza de Alemania tras perder la I Guerra
Mundial y el posterior crack del 29. Si no queremos un nuevo Hitler
que queme Europa debemos ayudarnos todos. O se realiza un nuevo plan
Marshall para los países que empobrecen día a día o se podrán ver
como Inglaterra o Francia durante la II Guerra Mundial: combatiendo a
sangre y fuego contra extremistas invasores. El primero de estos
extremistas ya lo ha sufrido desgraciadamente Noruega. La victoria de los extremistas de izquierda y derecha en las últimas elecciones griegas parece solo el comienzo de lo que se avecina.
Esperemos
por el bien de nuestro país que los dirigentes europeos no cometan
con España los mismos errores que han cometido en Grecia. Y
esperemos por el bien de nuestra querida Grecia que dichos
gobernantes corrijan a tiempo las medidas impuestas a la
población.
“La
pobreza es la peor forma de violencia”. Estas palabras pronunciadas
por Gandhi parecen no escucharlas nuestros líderes europeos.
¿Merecen estar en su puesto o debería dimitir?
Europa se rompe