domingo, 20 de marzo de 2011

¿Se debe intervenir en Libia?


Imaginen que estando en su casa uno de sus vecinos le pide ayuda. Usted observa asustado como por la ventana rota ha entrado un ladrón que le amenaza con un arma y afirma que lo va a matar para posteriormente robarle. ¿Debe usted ayudarle? Sí, no ya porque moralmente sea necesario, sino porque la ley así lo exige, ya que de no hacerlo sería denegación de auxilio. Debemos por tanto avisar a la policía. Ahora bien, imaginemos que para ayudar a su vecino usted o la policia solo puede hacer una cosa: herir al atacante, con la posibilidad de que sea una herida mortal, ya que de otra forma su vecino podría morir con toda probabilidad. ¿Se debe disparar contra el atacante? En mi opinión la respuesta vuelve a ser sí en el caso de que sea evidente que no hay otra solución para evitar la muerte de la víctima.

Ahora imaginemos que el vecino es una parte del pueblo libio, que teme por su integridad física al haberse rebelado contra su dictador exigiendo libertad. ¿Debe la comunidad internacional intervenir? La situación se complica ahora pero la respuesta parece ser sí, ya que puede ser la única forma de evitar una matanza de civiles (lo que sería nuestro vecino en el ejemplo anterior).

Pero pensemos más allá. ¿Qué puede diferenciar una intervención de otra? La policía tendrá que rellenar un informe de lo ocurrido que será revisado a su vez por el departamento de asuntos internos. Además, el abogado del delincuente podrá acusar si lo considera necesario el uso indebido de la fuerza y pedir responsabilidades. ¿Se puede hacer eso con las fuerzas internacionales? Si la respuesta no es un sí contundente, hay que conseguir un sí contundente. ¿Se imaginan a un policía que solo interviene cuando aquel al que ayuda le da en recompensa parte del botín que se quería llevar el ladrón? Ahora piensen en qué países ha intervenido la comunidad internacional y en cuales no y si ha habido recompensas económicas por la intervención. Desgraciadamente, me temo que en la mayoría de los casos el dinero ha sido más importante que la obligación de ayudar al que lo necesita y te lo pide.

Ahora bien, el hecho de que el policía de nuestro primer ejemplo actúe de forma arbitraria en función del dinero que recibe no puede ser una excusa para plantearnos si se debe actuar contra el delincuente o no. Tampoco puede servirnos de excusa para plantearnos si la policía es necesaria o no. Lo que ocurre es que dicho policía no ha sido un ejemplo. Ya no es de fiar y por tanto debe ser sustituido por otro mejor. La transparencia es fundamental para la confianza de los ciudadanos en el organismo al que han otorgado la potestad de impartir justicia y también para que los delincuentes sepan que allá donde se encuentren van a ser perseguidos.

Lo anterior nos lleva a plantearnos la legitimidad de la ONU para tomar las decisiones de intervención. La presencia en el consejo de seguridad de países como China, que no solo niega la democracia a sus ciudadanos sino que viola los derechos humanos, es un lastre para la credibilidad del organismo. Se suele alegar que los gobiernos de los países que no han firmado la carta de los derechos humanos o que no aceptan el Tribunal Penal Internacional no deben ser juzgados. Pero curiosamente casi nadie discute que necesitamos leyes. Cuando uno nace no elige donde nace pero una vez que naces, en Occidente sabes que estás sometido a unas las leyes. Dichas leyes, llamadas nacionales, no las has creado tu sino tus predecesores, con mayor o menor acierto y de forma democrática. Si no te gustan puedes trabajar por cambiarlas pero debes cumplirlas. El desconocimiento de las mismas o la no aceptación de la legitimidad del tribunal no conlleva que puedas evitar su cumplimiento o, en caso de no hacerlo, su correspondiente castigo. Un gobierno no puede alegar que no reconoce las leyes internacionales ni el tribunal que las juzga para así evitarlos.

Desde hace ya varios siglos, el derecho internacional se ha ido desarrollando, con el objetivo de poseer unas leyes que permitan la convivencia de las naciones.Tras la IIGM y el fracaso de la Sociedad de Naciones, se decidió crear la Organización de Naciones Unidas para evitar nuevos conflictos y de todos ellos el más temido: el de una IIIGM. Además para ello se redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Ahora la ONU es nuestra policía a nivel supranacional en conflictos internacionales y la Corte Penal Internacional nuestro juzgado. Ambos son imperfectos, sobre todo la ONU. Los muchos errores que ha cometido le han restado mucha credibilidad, pero no por ello dejar de ser necesaria. Es por eso que no se puede atacar la institución sino a los países que no hacen buen uso de ella.

Nos guste más o nos guste menos necesitamos leyes internacionales y organismos que velen por su cumplimiento. La justicia debe ser un derecho universal y no exclusivo de los países más avanzados. Y esto lo digo no solo por el bien de los países con más carencias sino también por el bien de los países más poderosos. Un mundo sin justicia universal es un mundo más pobre y un mundo más pobre siempre es un mundo más inseguro para todos.
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